Krylia, voluntariado y cerveza en Von Vacano

El Samara Arena, en el que jugará el Krylia Sovétov local después del Mundial, es el más rezagado en la carrera que libran todos los estadios de cara al Mundial. Si bien va a ser un coliseo fantástico con aforo para 45.000 espectadores, para conseguirlo debe ver intensificado el ritmo de trabajo en todo el recinto. Por eso los trabajadores (hay muchos que son nativos de otras exrepúblicas soviéticas) apenas paran una hora para comer desde las 11.30 (o 12.00hs). Tiene mucha arena en los alrededores aún, y ha de colocarse el techo con un sistema único en el mundo que permitirá instalarlo todo al mismo tiempo y no por partes.

La empresa encargada acá es Stroytransgaz. Cuando PSO Kazán abandonó el proyecto al no recibir más fondos de los presupuestados, el gobierno y el COL 2018 se vieron obligados a cambiar para continuar con las obras. Ese parón inquietante fue lo que las retrasó. Diferentes constructoras se encargan de los proyectos en las distintas ciudades sede. Transstroy, por ejemplo, ha liderado la construcción del Estadio Krestovski de San Petersburgo y CTR ha hecho lo propio con el Volgogrado Arena. Luego, hay particularidades comunes en algunos de los coliseos. En el pronto llamado Cosmos Samara, por ejemplo, tal como en el Volgogrado Arena, será posible obtener vistas fabulosas desde cada punto del estadio. Aunque en el de Samara se podrán ver desde la terraza anillada que les comenté.

Como en cada estadio, los controles de acceso son exhaustivos. Escáners, detectores de metales, guardia numerosa, colocación de cascos, presentación de pasaportes, permisos y documentación, más el seguimiento y monitoreo durante el tiempo que dure la visita en cada uno. Ya es un rito al que nos hemos acostumbrado. Rusia se ha colocado a la vanguardia de la lucha contra el terrorismo y cuando uno visita cada coliseo mundialista se lo recuerdan. Anna, periodista desde hace 8 años, se maneja con un perfecto nivel de inglés y a sus 25 años muestra gran capacidad para coordinar la relación tiempo-espacio en cada actividad.

Samara es el primer lugar en el que accedemos al trabajo de los voluntarios. Hay historias peculiares en este apartado, como el noviazgo de Sebastián, mexicano, y Lisa, rusa. Lisa se revela extrovertida y mientras evidencia lo enamorada que está de su chico, nos cuenta que a las mujeres rusas les encantan los latinoamericanos “porque son calientes, simpáticos y saben bailar muy bien”. Sebastián ríe y asiente con una timidez que parece natural.

Conocemos el Museo de la Cosmonáutica, la comida que ingieren los astronautas en envases que parecen los que contienen pomadas para calmar dolores musculares. De hecho hay hasta máquinas expendedoras de estos alimentos como las que nos suelen ofrecer gaseosas, galletas o snacks en Argentina. También el Museo del Fútbol, que subvencionan a voluntad los jugadores del Krylia que acaba de descender a la segunda división del fútbol ruso y en el que ha dejado un muy grato recuerdo el argentino Gustavo Lillo (no hay parentesco con Juan Manuel Lillo, DT español gurú de Guardiola). Es apasionante la historia del entrenador soviético amante del tango, que musicalizaba la previa de los partidos.

La peatonal de Samara se llena de músicos por la tarde y se presenta como un lugar ideal para pasear, finalizando el trayecto en la costanera. Luego, la mejor manera de cerrar una jornada de trabajo en Samara es concurrir a la Cervecería Von Vacano para saborear las exquisiteces de su catálogo, dueña de una también muy rica historia que vincula las aventuras de Alfred von Vacano, un austríaco emprendedor con la sociedad rusa.

El crecimiento y márketing de época de un artista y su pyme, intrigas alrededor de Zhigulevskoye, la mejor cerveza artesanal de la región; humillación, y lo peor de la política, que en este caso involucra a una facción bolchevique, en un ambiente acogedor en el que se pueden observar notables piezas de caza adornando cada pared.

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